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viernes, 13 de junio de 2014

Carretera maldita, de Stephen King (Richard Bachman)


Tengo que decir que la primera vez que leí este libro no me gustó. Estaba acostumbrado a los libros de terror de King, incluso a los de fantasía y ciencia-ficción, pero este me pareció demasiado realista, algo atípico en su obra. Pero ahora que he vuelto a leerlo he cambiado de opinión (suele pasarme con las segundas lecturas). Se me ha pasado volando y me ha gustado tanto precisamente por ese realismo que la primera vez no me gustó, porque lo que le pasa al protagonista podría pasarle a cualquier hijo de vecino, y más en los tiempos actuales.
Imagina que van a construir una autopista y que tu casa está en medio, y te dicen que tienes que irte a otra parte. O bien aceptas el dinero que te dan por ella y recoges tus bártulos y te trasladas, o bien te niegas a irte y te atrincheras en tu casa armado hasta los dientes. Pues esto es lo que le pasa a Barton Dawes. Tiene que abandonar su casa de toda la vida a causa de esa autopista, pero él se niega a hacerlo, aunque le hace creer a su mujer que está buscando casa, pero ninguna es de su gusto o son demasiado caras. 

Con su empresa pasa igual. Dawes es director de una lavandería industrial que se encuentra en el camino de la autopista y tiene que encontrar otra nave adonde trasladarse antes de que venza el plazo límite, y al igual que con su mujer les dice a sus jefes que el dueño de la nave que querían ha ampliado el plazo para darle una respuesta, cosa que no es cierta, y claro, cuando vence el plazo se quedan sin la nave y eso tiene terribles consecuencias tanto para la lavandería como para el propio Barton, y a partir de ese momento todo va cuesta abajo para él, hasta el punto de que no hay otro final posible más que el del libro.
La postura de Barton a lo largo del libro se debe, al menos en parte, a la muerte de su hijo a causa de un tumor cerebral. Su casa es como un altar a la memoria de su hijo y abandonarla es como si se meara en su tumba, así que cuando le dijeron que iban a derribarla, mentalmente decidió que ya le daba igual lo que le pasara de ahí en adelante, y por eso hace todo lo que hace. 

Personalmente entiendo su postura. Tu casa es tuya, has construido tu vida en torno a ella y nadie puede obligarte a renunciar a ella. Lo que no me parece tan bien es que se juegue el futuro de sus empleados como si no tuviera importancia. Ahí no actuó correctamente.
En resumen, es un libro muy ameno y de fácil lectura que describe una dramática situación que podría pasarle a cualquiera y que contiene una triste moraleja: no se puede luchar contra el sistema.

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