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jueves, 28 de septiembre de 2017

Causa justa, de John Grisham

Un vagabundo entra en el bufete Drake & Sweeney y toma a nueve de sus abogados de rehenes a punta de pistola. El hombre, que quiere que le llamen Señor, no exige nada y se niega a hablar con la policía. Se encierra con ellos durante horas, la mayor parte del tiempo en silencio, y lo único que quiere saber es cuánto dinero ganan al año y qué parte de él destinan a beneficencia y las respuestas le indignan.

La policía pone fin a la situación sin que ninguno de los rehenes sufra daño alguno y al día siguiente todos vuelven al trabajo como si nada hubiera pasado, todos menos Michael Brock. Para él esta experiencia lo ha marcado profundamente y nada volverá a ser igual. Michael, que lleva años trabajando jornadas maratonianas con el objetivo de que lo nombren socio, descuidando incluso su matrimonio, siente que su trabajo ha dejado de tener importancia y ya no tiene fuerzas para seguir desempeñándolo. No puede quitarse a Señor de la cabeza y por las noticias descubre que se llamaba DeVon Hardy, que era veterano de Vietnam, que había perdido su trabajo y que recientemente lo habían desalojado de un viejo almacén en el que vivía con otros vagabundos. ¿Y qué bufete se había encargado del desahucio? Exacto, Drake & Sweeney.
Michael conoce a Mordecai Green, que dirige un pequeño despacho jurídico dedicado exclusivamente a la gente sin hogar y que representó varias veces a DeVon Hardy, y traba amistad con él. Michael empieza a acompañarlo a trabajar de voluntario en distintos albergues y comedores sociales y posteriormente se deja convencer por él para unirse a su pequeño bufete. Michael sabe que ganará mucho menos dinero (de 120.000 dólares al año a apenas 30.000) pero es algo que necesita hacer en estos momentos, aunque su mujer no parece entender su repentino ataque de conciencia y lo utiliza de excusa para divorciarse de él.

Por otro lado, Michael trata de acceder al expediente del desahucio de DeVon Hardy, pero el abogado que llevó el asunto le veta el acceso y empieza a sospechar que el desahucio no fue del todo legal. Así que Michael toma una drástica decisión: entrar de noche en Drake & Sweeney, robar el expediente, copiarlo en el bufete de Mordecai y devolverlo sin que nadie se dé cuenta. Inicialmente todo va saliendo según lo planeado, pero en el trayecto de vuelta a Drake & Sweeney sufre un aparatoso accidente de coche y acaba pasando la noche en el hospital. Al día siguiente ya es demasiado tarde para devolver el expediente, pues en Drake & Sweeney ya son conscientes de su desaparición y como Michael fue el único que solicitó acceder a él se convierte inmediatamente en el principal sospechoso y sus antiguos jefes amenazan con hacer caer sobre él todo el peso de la ley si no lo devuelve (podría ir varios años a la cárcel e incluso perder su licencia de abogado). Pero Michael no puede hacerlo porque no tienen pruebas de que lo haya robado él solo sospechas y entregarlos equivaldría a darles la razón, y porque el expediente prueba efectivamente que el desahucio fue del todo ilegal y que nisiquiera se les notificó a los que vivían en aquel viejo almacén que iban a ser desalojados. Michael está dispuesto a llegar hasta el final y asumir las consecuencias de sus actos con tal de sacar a la luz la ilegalidad del desahucio y hacerle justicia a DeVon y a los otros inquilinos.

Me encanta cuando Grisham se pone crítico y va contra el sistema (la pena de muerte, las compañías de seguros, las tabacaleras, etc). Aquí toca un tema tan delicado y difícil como son los desahucios y la gente sin hogar, y aunque el libro tenga casi 20 años bien podría estar ambientado en la actualidad, con la gran cantidad de desahucios ilegales que aún se siguen produciendo.
Este no es uno de los libros más conocidos de Grisham pero a mí me ha gustado. Es muy bueno y fácil de leer y cuando lo terminas aún sigues dándole vueltas a la historia. Es de esos dramas que no se te van de la cabeza tan fácilmente.

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