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lunes, 7 de mayo de 2018

Marina, de Carlos Ruíz Zafón

Barcelona, 1979.
Oscar Drai es un adolescente que estudia en un internado de la ciudad y al atardecer suele escaparse a espaldas de sus profesores para recorrer con su bicicleta el barrio en el que se alzan las mansiones abandonadas de la clase alta.
Oscar entra en una de ellas atraído por una hermosa música procedente del salón y allí encuentra un reloj de oro sobre una mesa. Oscar descubre a un hombre allí sentado y huye asustado, dándose cuenta al llegar al internado que se ha llevado el reloj consigo. Sintiéndose culpable, Oscar regresa a la casa días después para devolver el reloj y así conoce a Marina, una chica de 17 años, y a su padre, Germán, propietario del reloj.

Oscar le pide perdón a Germán y le asegura que nunca tuvo intención de robarle. Germán le cree y le invita a cenar con ellos y a partir de entonces se deja caer a menudo por allí, que lo acogen como si fuera uno más de su familia. Oscar se hace muy amigo de Marina (aunque lo que siente por ella es algo más que amistad) y ambos se ven envueltos en un gran misterio que pondrá en peligro sus propias vidas. Un misterio en torno a un hombre llamado Mijail Kolvenik, un pionero en la creación de prótesis ortopédicas que, obsesionado por frenar la enfermedad genética que acabará deformando y atrofiando su cuerpo, reconstruye su propio cuerpo antes de que la enfermedad le consuma por completo, convirtiéndose en un engendro, y en su locura crea un ejército de bestias a su servicio.

Como sus otras novelas juveniles esta también es una mezcla de géneros, misterio, romance y el más puro horror, y de las cuatro en mi opinión es la más emotiva de todas, tanto por la relación de Oscar con Marina, que es muy hermosa (las últimas páginas te hacen derramar un torrente de lágrimas), como por la de Kolvenik y su esposa, por la que el inventor no duda en cruzar el límite de lo imaginable, llegando a hacer cosas verdaderamente horribles. La novela me ha gustado mucho y yo diría que es la mejor de las cuatro, pero referirse a ella solo como “novela juvenil” es quedarse corto ante la gran historia que Zafón nos presenta aquí.

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